El reto de no dejar huella gracias a la tecnología
La producción de alimentos tiene un impacto ambiental muy elevado sobre las emisiones de gases de efecto invernadero y el consumo de agua. Según un análisis del instituto Oxford Martin Programme on Global Development, de la Universidad de Oxford, más de una cuarta parte de las emisiones mundiales de C02 provienen de la elaboración de comida. Además, la mitad de la superficie terrestre habitable del planeta se utiliza para la agricultura.
Otra de las conversaciones sobre la generación de alimentos que suscita polémica, sobre todo debido a las cada vez más habituales crisis hídricas, ocasionales o permanentes, es el consumo de agua dulce que esta genera. Los autores del mencionado estudio estiman que alrededor del 70% de las extracciones mundiales de agua dulce se destinan a la agricultura.
La explotación de los recursos hídricos conlleva, también, problemas como la eutrofización de los acuíferos. Por eso es fundamental que las grandes compañías de producción de alimentos tomen acción para combatir estos y otros problemas como el establecimiento de una cultura de consumo y dietas adecuadas, una distribución sostenible y una gestión de los residuos acorde a los nuevos patrones de consumo de los usuarios.
Agua, transporte, recipientes… son variados y relevantes los retos que afronta el mundo de la alimentación de venta directa al consumidor. Más cuando se trata de PepsiCo, una compañía que no solo tiene bebidas, desde la archiconocida Pepsi, como nuevas marcas que buscan alcanzar públicos diferentes, sino también botanas, snacks o picoteo, que se comercializan en bolsas de plástico.
Isabela Malpighi se unió a la empresa a comienzos de año en calidad de Chief Sustainability Officer (CSO), máxima responsable de sostenibilidad, en América Latina. Desde su sede en São Paulo, desgrana para WIRED en Español cómo afrontan estos retos y el papel único de la tecnología para hacerlo posible.
Su perfil es atípico. Une la conciencia medioambiental, la capacidad ejecutiva de una carrera jalonada en empresas de alto perfil, como Johnson & Johnson, y la formación como ingeniera química. Su gran obsesión está en el futuro. Para 2030 quiere conseguir una eficiencia del 25% en uso de agua, para empezar. Continúa hablando de reducción de emisiones y, en un tono mucho más futurista, de adopción de prácticas de agricultura regenerativa.
Es una apasionada del deporte, fue medalla de bronce en vela en los Juegos Panamericanos celebrados en Brasil en 1999, además de madre de dos hijos. Piensa en dejar un mundo mejor y lo plantea como un plan de mejora constante, como se hace en la competición.
Para Malpighi, “el uso de la tecnología es fundamental para alcanzar nuestras metas, desde plantas que hoy ya operan con cero emisiones hasta nuestra flota de vehículos eléctricos e híbridos. También empleamos inteligencia artificial y robótica para ciertos procesos, y gracias a eso, hemos reducido emisiones, uso de combustibles y hemos logrado ahorro de agua”, subraya. Precisamente, el transporte propio, con flotas que se modernizan, es uno de los sectores que más avanza.
Cuentan con 600 vehículos eléctricos, en su mayoría en México y Brasil, que minimizan las emisiones, y acaban de cerrar un acuerdo con Scania, uno de los líderes mundiales en camiones, para renovar la flota y apostar por el biometano como fuente energética alternativa.
La directiva reconoce que no solo quieren centrarse en los grandes actores de la región, por supuesto, y promete el uso de innovación en este mismo sentido en Ecuador y Centroamérica, donde la fragmentación de países hace todavía más complicado este cambio.
Al mismo tiempo, reconoce que las acciones deben empezar desde dentro de la empresa. No solo con planes, sino haciendo que este enfoque lo adopten los más de 80,000 empleados con los que cuenta PepsiCo en la región. “Estamos apostando por digitalizar la compañía y que nuestro personal adquiera habilidades digitales para avanzar hacia los objetivos de ser una empresa a la vanguardia y operando de forma responsable y sostenible”, remarca.
PEP+
Bajo el concepto PEP+, han unido tres pilares: agricultura positiva, cadena de valor positiva y elecciones positivas. Este último punto es quizá el más humano, porque es el que afecta al catálogo de productos, el que impacta en por qué se escoge un producto sobre otro.
Malpighi considera que es el camino correcto. “Esta visión nos permite contribuir a crear un sistema alimentario sostenible y resiliente, ser más competitivos y ofrecer los mejores productos en cada una de nuestras categorías”, dice.
Preguntando de manera más concreta, la líder pone cifras que quiere convertir en realidades. Como, por ejemplo, que en 2030 el 100% de sus ingredientes clave se produzcan de forma sostenible. Las Demo Farms, como llaman a 350 fincas de demostración en América Latina, van a adoptar un programa que va desde implementar tecnologías de cultivo, de riego y de monitoreo de cultivos de forma inteligente y amigable con el ambiente.
Empaques sostenibles, necesario pero colectivo
Durante la conversación, la directiva desgrana con seguridad sus planes y acciones. Sin embargo, hay un aspecto difícil de atajar. Aunque casi el 90% de los envases de bebidas son reciclables, compostables y biodegradables, se busca la manera de que suceda lo mismo con el resto de líneas de productos. Y, de manera más ambiciosa, cambiando lo que sucede una vez que el consumidor toma una decisión de compra. “Podemos crear conciencia, hacer campañas, incentivar. Esto es colectivo. Es para todos, no es algo solo para Pepsico”, concluye con énfasis.
Fuente:
Wired