Ribeira Grande, la central que produce electricidad gracias al calor de la tierra
Bajo el suelo que pisamos se encuentra un almacén térmico disponible las 24 horas de los 365 días del año. El interior de la Tierra alcanza una temperatura de unos 5.400 grados centígrados, lo que se traduce en una energía geotérmica generada de 4,2 x 1012 J. Si fuera posible aprovecharla, sería suficiente para proveer al planeta durante 500 años.
Centrales como la de Ribeira Grande y Pico Vermelho (ambas en la isla de San Miguel, en las Azores) recogen parte de esa energía contenida en las entrañas del planeta para darle salida como suministro eléctrico. Estas dos plantas de producción, con potencias de 13 y 10 Mw (megavatios) respectivamente, "generan la suficiente corriente para abastecer el 44% de la demanda eléctrica de San Miguel", explica un técnico de la primera central mencionada. El tamaño de estas dos instalaciones y su capacidad productora están acorde con las dimensiones de la isla (744 kilómetros cuadrados) y su número de habitantes (137.699). Del mismo modo, la ubicación de la planta también es importante ya que se trata de una energía que no se puede transportar. Este tipo de centrales están diseñadas para el abastecimiento local. Se consume donde se produce.
En las Azores la producción eléctrica está sujeta a unas condiciones particulares: no solo sus islas están separadas del Portugal continental, sino que además están muy alejadas unas de otras (Corvo y Santa María distan 600 kilómetros). A esto hay que añadir que "la baja población en la mayoría de ellas, hace que el sistema de energía eléctrica de la región no sea atractivo comercialmente", remata un miembro de EDA Renováveis, empresa explotadora de los recursos energéticos renovables en las Azores. A pesar de estos obstáculos, en este archipiélago es inminente la puesta en marcha de una tercera central geotérmica en la isla de Terceira.
A diferencia de otras energías renovables (solar, eólica y biomasa) la geotermiano proviene de la radiación solar. Su origen radica en la diferencia de temperatura que existe entre el interior y la superficie terrestre, lo que se conoce como gradiente térmico. Por cada 100 metros que se descienden hacia el núcleo de la Tierra la temperatura aumenta entre 2,5 y 3 grados centígrados, lo que equivale a un incremento de 25 a 30 grados centígrados cada mil metros.
A principios de los años 70 en San Miguel, coincidiendo con la crisis del petróleo, científicos de la Universidad de Dalhousie de Canadá, en el ámbito de un proyecto de perforación profunda en islas oceánicas, se desplazaron hasta este lugar. Encontraron aguas subterráneas a temperaturas superiores a los 200 grados centígrados (a una profundidad de 550 metros), el vapor salió cuando se retiró la perforadora del agujero. A partir de ese momento comenzaron a estudiar la profundidad y rentabilidad de esos yacimientos térmicos de los que transferir ese flujo (de agua cargada en sales minerales a una temperatura y una presión adecuada que la energía proveniente del interior de la Tierra le transfiere) hasta generadores de corriente en la superficie. Desde entonces se ha pasado del temor que generaron aquellas primeras perforaciones en la isla en una población que creyó que provocarían temblores de tierra hasta una toma de conciencia en cuanto al consumo de esta energía. Realidad que reflejó con datos a nivel global el Congreso Mundial de Geotermia, celebrado en Melbourne en 2015. El mercado de esta energía limpia y local no ha dejado de crecer y para el 2020 se espera pasar de los 12.635 Mw a los 21.400 Mw de capacidad de generación eléctrica a escala mundial. Kenia, con 400 Mw más, es uno de los países que más ha aumentado su capacidad, seguida de Turquía con 306 Mw y Nueva Zelanda, con 234 Mw.
Las Azores emergen en una zona con un gran potencial calórico. Los nueve volcanes islas que lo conforman se encuentran en la denominada dorsal mesoatlántica, en un punto en el que confluyen tres placas tectónicas (la americana, africana y euroasiática), lo que provoca una intensa actividad sísmica y volcánica, así como otros fenómenos naturales (aguas termales y fumarolas) que denotan la existencia de calor en el subsuelo.
En el caso de la isla de San Miguel esas manifestaciones se advierten en Furnas y Caldeira Velha, por citar un par de ejemplos.
La central de Ribeira Grande fue diseñada, fabricada y ensamblada por la empresa israelí ORMAT. Emplea un ciclo binario, una tecnología que se basa en un intercambio de calor entre el fluido geotérmico caliente y el n-pentano. Ambos flujos de fluido circulan en dos circuitos independientes. En los intercambiadores de calor, el calor se transfiere al n-pentano, haciendo que pase de un estado líquido a uno gaseoso, expandiendo y accionando la turbina y el generador. Después de pasar a través de la turbina, el n-pentano se enfría con aire, haciendo que se vuelva líquido de nuevo, cerrando el circuito y reiniciando el ciclo. El fluido geotérmico, después de proporcionar calor, es dirigido a los pozos de reinyección y devuelto al depósito.
Los beneficios de la explotación de la energía geotérmica en San Miguel son varios: crea empleo en nuevas áreas tecnológicas y desarrolla competencias técnicas en las Azores. La planta de Ribeira Grande cuenta con un equipo de mantenimiento de 13 personas en horario diurno, además de un equipo de seis operadores que trabajan en turnos de ocho horas durante todo el día. Por otro lado, su impacto ambiental es muy reducido debido a las muy bajas emisiones de contaminantes atmosféricos. En 2015 la producción eléctrica de origen geotérmico permitió reducir la emisión en 146.000 toneladas de CO2, además de reducir la quema de combustibles fósiles, como son el carbón y el petróleo que resultan más contaminantes. Y, por supuesto, fortalece la economía y promueve el nombre de las Azores. Un refugio sostenible en mitad del Atlántico.
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elpais.com.co